Vi las huestes de los ángeles de castigo que iban sosteniendo látigos y cadenas de hierro y bronce.
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Pregunté al ángel de paz que iba conmigo, diciendo: "¿A donde quién van aquellos que llevan látigos?".
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Me dijo: "hacia sus queridos elegidos, para que sean arrojados a los profundo del abismo del valle;
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entonces este valle será llenado con sus elegidos queridos, los días de su vida llegarán a su fin y a partir de ahí, el tiempo de su extravía no será contado.
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"En esos días los ángeles regresarán y se lanzarán hacia el oriente, donde los partos y medos y sacudirán a los reyes, tanto que un espíritu de desasosiego los invadirá, y los derrocarán de sus tronos, de manera que huirán como leones de sus guaridas y como lobos hambrientos entre su manada.
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"Ellos irán y pisarán la tierra de sus elegidos y la tierra de sus elegidos será ante ellos un camino trillado.
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"Pero la ciudad de mis justos será un obstáculos para sus caballos: comenzarán a combatir contra ellos y su mano derecha desplegará su fuerza contra ellos. Un hombre no conocerá a su hermano ni un hijo a su padre ni a su madre, hasta que el número de cadáveres complete su matanza y su castigo no será en vano.
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En ese tiempo el seol abrirá sus mandíbulas, serán engullidos por él y su destrucción culminará: la muerte devorará a los pecadores en presencia de los elegidos.
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